“No puede ser que el 50% o más de tu salario se vaya a pagar la cuota de autónomos”, afirma Ángela Luengo, ilustradora, animadora 3D y concept artist. Es el final de una videoentrevista en la que esta profesional de 24 años nos habla de los retos a los que se enfrenta como mujer que habita en un entorno rural, como joven que empieza en un complicado entorno laboral y como artista en el intrincado entorno digital. Ángela, que comparte con su generación la preocupación por un futuro incierto, hace un recorrido por sus proyectos, sus anhelos y sus reivindicaciones. A pesar del mundo que le ha tocado vivir en su veintena, casi tan distópico como la película que recuerda estos días su abuela Mili ‘Soylent Green (Cuando el destino nos alcance)’, Ángela sigue adelante, trabajando duro para conseguir sus sueños sin perder la sonrisa.

Ante la pregunta de si los poderes públicos pudieran escucharla, qué les pediría, Ángela lo tiene claro:Bajar la cuota de autónomos”. Y lo explica: “Es imposible empezar. Te pones por tu cuenta y lo único que hacen es sablarte. No estás favoreciendo que la gente empiece. Y no solo cuando empiezas, sino cuando ya llevas un tiempo trabajando, no puede ser que el 50% o más de tu salario se vaya a pagar la cuota de autónomos. Eso es una barbaridad. A mí eso me afecta muchísimo, porque es verdad que yo ahora estoy empezando porque soy mujer, estoy en rural y tengo una serie de ayudas relativas que te facilitan un poco más la cuota de autónomos, pero esto te dura un año. En un año no te ha dado tiempo ni a montar la empresa ni a montar un local, y ya tienes que pagar una barbaridad. Eso es verdad que tendrían que ajustarlo bastante. Además, creo que somos el único país europeo que tiene una tasa tan alta. Es muy exagerado, porque no puedes trabajar de lo tuyo. Me tengo que buscar otros dos trabajos externos, al final tengo que currar 24 horas para poder tener lo mío, otros dos trabajos que me mantengan y eso es una barbaridad. No tienes tiempo de vivir. Te puede dar un infarto a los 20 años. No puede ser que tu salario se vaya en una cuota. No puedes vivir”.

Sobre el posicionamiento en las todopoderosas redes sociales controladas por las ‘big tech’, las grandes tecnológicas, tan necesarias hoy en día para visibilizar el trabajo digital, Ángela opina: “Es muy complicado, porque ahora todo el mundo tiene acceso y todo el mundo quiere ser todo. La gente se piensa que tú vienes aquí, haces cuatro chorradas y lo triunfas y cobras una pasta. Y no es verdad. Hay trabajo detrás. La mayoría de la gente se lo curra un montón y a lo mejor no llega. Y dependes también mucho de los algoritmos de las redes sociales, de lo que opine la gente, de que caigas bien o caigas mal…”.

«Yo noto en mi círculo de amigos que estamos un poco catastrofistas con el asunto del futuro»

Otra de las cuestiones abordadas en la entrevista es la salud mental entre los jóvenes. Problema que el contexto global agrava. “En mi círculo de amigos, sobre todo después de la pandemia, todos lo vemos un poco peor todo. Yo sobre todo me noté que después toda la ansiedad que no tuve en su momento, la estoy teniendo después. Porque estamos viendo el mundo un poco catastróficamente, porque con la cantidad de cosas que están pasando, como para no. Si no hay una guerra, hay lo de la gasolina. Yo noto en mi círculo de amigos que estamos un poco catastrofistas con el asunto del futuro. Me cuesta un poco ver futuro. Yo siempre le echo muchas ganas a todo lo que hago, he trabajado un montonazo de horas porque al final es mi sueño, pero a veces te levantas y dices adónde voy, lo mismo mañana me despierto y ya no hay mundo. Sí que noto que es un poco pesimista el punto de vista que tenemos actualmente”, reconoce. 

Contexto que se viene a sumar a las complicaciones de un mercado laboral cuyos problemas señala: “Las empresas piden profesionales y no dejan que los junior empecemos. Quieren que curres como un señor que lleva 20 años trabajando en la industria cuando es una industria que lo mismo no tiene ni 20 años. Se junta también que estamos en una crisis económica y todas las cosas que están pasando, la pandemia y tal. Además, como es un trabajo bastante nuevo, la gente no sabe lo que haces o lo infravalora. Yo soy ilustradora digital y la gente no lo valora por ser digital. Te quejas de que los juegos están a 20 euros los indies y a mí me parece muy poco para la cantidad de horas que son. Y luego pagas a PlayStation 80 euros y te quedas tan ancho. La gente no valora el trabajo y las horas invertidas. Y más en la industria del videojuego, o del arte en general: al final cuadruplicas las horas que echas en un trabajo normal y no ganas lo que deberías ganar por tu trabajo”. 

¿Es el de los videojuegos un mundo hostil para las chicas? “Siempre va a haber algún listo o alguna persona que te quiere tocar las narices ese día. Juego a un juego que tiene chat de voz y en cuanto detectan que es una voz ligeramente femenina, o te llaman niño o te mandan a la cocina. Estamos en el siglo XXI y me estás diciendo cosas de neandertales. Y aunque luego denuncies las cuentas, al final las plataformas tampoco hacen mucho para solucionarlo. Baneado (bloqueado) y a otra cosa. Pero es muy frustrante que sobre todo pase a la gente femenina, no binaria, etc.”. 

Y a pesar de todo, sus proyectos florecen. Como el webcómic en el que lleva trabajando casi un año y que se puede leer gratis en Internet. O el mágico libro ilustrado que ha autopublicado junto con Sandra Bastián. En desarrollo tiene dos videojuegos, que “llevan su tiempo y a lo mejor no ven la luz hasta ocho meses después”. También está preparando un cómic en edición física y la segunda parte del libro, “porque nos gusta mucho la mitología, y la mujer en la mitología”. 

Entre sus sueños está “montar mi estudio de videojuegos. Tener nuestro pequeño estudio ‘indie’ con estilo propio, muy de narrativa visual”. Otro de sus sueños es “seguir sacando cómics y poder vivir vivir de ello. Sería maravilloso poder vivir de lo mío”. Preguntada sobre si su abuela Mili entiende lo que hace, Ángela responde: “Entiende como a medias. Mi abuela no juega a videojuegos. Pero fue una de las primeras personas que me compró el libro”. 

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