Fátima Martín.-

La esfera invisible, reciente exposición del artista visual Luis Moro, se mira en el espejo de agua del Real Sitio de San Ildefonso y nos devuelve su reflejo en forma de cristal. No en vano, la muestra del segoviano se funde con La Real Fábrica de Cristales de La Granja, lugar mágico privilegiado por la naturaleza en el que el agua juega y dialoga con el vidrio. 

Es La esfera invisible una obra redonda que ha visto la luz en el Museo Tecnológico granjeño en el Año Internacional del Vidrio. Se trata de un proyecto multidisciplinar en el que Moro vuelve a dar muestras de su manejo de distintas técnicas y materiales: desde las regias pinturas sobre lienzo de las primeras salas, hasta los mitológicos grabados y acuarelas de la última, pasando por las delicadas esculturas creadas en colaboración con los maestros vidrieros de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Todo un homenaje al oficio. Su arte va del algodón al bronce, de la luz al cristal. 

‘Reflejos’. Técnica mixta sobre lienzo.

Fue precisamente la abundancia de agua, procedente de la montaña, uno de los mayores atractivos de La Granja para que Felipe V se animara a diseñar unos jardines monumentales a la francesa que recordaran los de Versalles o Marly, donde su abuelo, el Rey Sol, pasaba sus jornadas de descanso. A su figura y la de su hijo, Carlos III, están dedicadas las primeras salas de esta muestra. En ellas destacan piezas como El enigma del Palacio, compuesto por una instalación de lienzo y objeto intervenido; La Fuente del Príncipe, escultura en bronce y vidrio soplado estratégicamente colocada para sorprender con un juego de ojos y espejos; o las evanescentes Reflejos y La esfera invisible, que dan sentido y título a todo el conjunto.  

‘Metamorfosis’. Serie Mitos y Fuentes. Acuarelas sobre papel.

La esfera invisible vuelve a tintinear los Reflejos del artista catorce años después de su exposición homónima. Necesariamente son distintos. Como Heráclito, sabe que no es posible bañarse dos veces el mismo río. 

Es el vidrio el gran protagonista de esta exposición. En ella, Luis Moro sigue bañándose en el Río Frío de Guadarrama (río de arena en árabe) y sigue recreando los reflejos que le llevan inspirando toda una vida: la translucidez arcoíris de las libélulas, la fragilidad ingrávida de los enclaraguas, la transparente metamorfosis de los anfibios, la «claridad aleteante» del «espejo que tiembla» (Zambrano, 1977), Los sonidos del bosque y ese olor a cauce que los mece a todos. La esfera invisible vuelve a tintinear los Reflejos del artista catorce años después de su exposición homónima. Necesariamente son distintos. Como Heráclito, sabe que no es posible bañarse dos veces el mismo río. 

Vídeo con la escultura en vidrio soplado ‘Esfera íntima’ y música de ‘Four Hands Project’

Al vidrio, su oficio y sus maestros está consagrado uno de los espacios más interesantes de esta exposición, el pasillo de atizaderos, zona-puente que ha usado un hombre-puente como Moro para dotarlo de significado. Así, cada respiradero se transforma en una urna donde, en contraste con la oscuridad, brillan, como joyas, las obras en vidrio. A la experiencia inmersiva de este espacio contribuyen la propia morfología del lugar y la música de Four Hands Project, inspirada en el ritmo primigenio, los latidos del corazón, y que se puede escuchar en el disco-libro que han creado en comunión los músicos David Gómez y Alberto Ayuso con Luis Moro. Ilumina el pasillo un corazón de neón que el artista dio vida para ser encarnado por los cuerpos de la Marcha de Mujeres de Segovia en 2017 a los pies del Acueducto y que también late en plata. 

“El mármol fue ave alguna vez; el oro, llama; el cristal, aire o lágrima. ¿Lloran su perdido aliento? ¿Acaso son memoria de sí mismos y detenidos se contemplan ya para siempre?”

(El agua ensimismada. María Zambrano)
‘Oasis de cristal’

Alrededor de esta esfera giran, invisibles, algunos de los referentes poéticos de este artista ilustrador de varios Premios Cervantes. Especialmente resaltan las visiones simbólicas de Gamoneda “¿Por qué este mismo fuego me empuja hacia la nieve?” y las razones poéticas de María Zambrano. Sus metáforas del agua ensimismada no pueden ser aquí más apropiadas, además de bellas: “El mármol fue ave alguna vez; el oro, llama; el cristal, aire o lágrima. ¿Lloran su perdido aliento? ¿Acaso son memoria de sí mismos y detenidos se contemplan ya para siempre?”. Tampoco sus Claros del bosque, retazos de naturaleza donde, como en los Jardines de La Granja, aparecen las imágenes de los dioses y seres sobrehumanos. Donde “ligeramente se curva la luz arrastrando consigo al tiempo”. Y donde, finalmente, “todo se da inscrito en un movimiento circular, en círculos que se suceden cada vez más abiertos hasta que se llega allí donde ya no hay más que horizonte”. No en vano, Luis Moro dedicó recientemente una carpeta de grabados a la Memoria de la escritora malagueña, tan vinculada a Segovia, que da nombre a un campus universitario de esta ciudad. 

Los clásicos también están muy presentes en esta muestra. Mitos y Fuentes es el título de la carpeta de grabados que realizó el artista con Luis Javier Moreno sobre los Jardines de La Granja. Se acompaña además de un poema de Manuel Francisco Reina (Premio Gil de Biedma 2022) y unos textos curatoriales de Mercedes Gómez-Blesa de gran sensibilidad. Dos potentes videoinstalaciones -con música creada ex profeso por Four Hands Project-, una de ellas consagrada al dios Neptuno, pone punto final a este universo simbólico. 

‘Fuente de las Tres Gracias’. Acrílico sobre lienzo.

La esfera invisible: La cuadratura del círculo

¿Qué diferencia al vidrio del cristal? Los folletos de la Real Fábrica de Cristales de La Granja explican:

               Lo que diferencia al vidrio del cristal es su estructura molecular. Los minerales, encontrados en la naturaleza, poseen una estructura molecular ordenada o cristalizada. Es decir, que sus moléculas se ordenan creando formas geométricas. En cambio, las moléculas del vidrio se encuentran desordenadas, por tanto, vitrificadas y no cristalizadas. De esto se deduce que todo aquello fabricado por el hombre es vidrio. No obstante, si a la composición del vidrio (arena de sílice, sodio, calcio, potasio) se le añade óxido de plomo, comercialmente se le conoce como “cristal”. El óxido de plomo aporta al vidrio mayor transparencia, translucidez, peso, sonoridad y, en definitiva, belleza. 

‘Sonidos del bosque. Aguafuerte pintada a mano sobre papel (Monotipo).

En un brillante artículo publicado en Jot Down titulado “De la rosa y el cristal”, el prestigioso experto en cristalografía Juan Manuel García-Ruiz cuenta cómo descubrió unas estructuras cristalinas inorgánicas que, sorprendentemente, tenían formas de organismos vivos. Las llamó biomorfos de sílice. Tras años de estudio desveló que esos biomorfos se formaban en condiciones similares a las de las rocas que contenían los restos de vida más antiguos del planeta. Esto le llevó a pensar que hay dos clases de simetría enfrentadas que se corresponden con dos modos diferentes de entender el mundo y también el arte: “Por un lado, la simetría de lo mineral, de lo inorgánico, circunscrita a las formas cristalinas dominadas por la sencillez de la línea recta que dibuja poliedros. Por otro, la simetría sensual de la vida, libre de restricciones estructurales, exuberante, dominada por la curva y la ramificación”. En su opinión, encarnaban esas dos maneras diferentes de ver el mundo dos artistas de la talla de Dalí (el cristal) y Lorca (la rosa). Finalmente, el cristalógrafo concluye que “ambas formas de crear, la del cristal y la de la llama, como las llamara Italo Calvino, están condenadas a fusionarse y que —en palabras del propio Carpentier— «un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la (mariposa) falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema»”.

‘El Murmullo’. Escultura en vidrio.

“El reflejo es lo real”, cantaba premonitoriamente Lorca en sus Suites hace un siglo. Y le daba la vuelta al verso: “Lo real es el reflejo”, bailaba, entre el río y el cielo. Pareciera que, en esta esfera invisible, Luis Moro quisiera encontrar la cuadratura del círculo. Jugando con la geometría recta del cristal y la belleza curva del vidrio, todo apunta a que este artista, como Leonardo da Vinci en el Hombre de Vitruvio, halla la solución en la combinación de ambos, en la hibridación de la materia viva, en la naturaleza que emula sin descanso su arte. 

Imagen destacada: ‘La Fuente del Príncipe’ – Escultura en bronce y vidrio soplado (luis-moro.com)