“¿Por qué firmé con nombre de hombre?” Es la compleja pregunta que planteó así, en primera persona, la filósofa, escritora y profesora Mercedes Gómez Blesa en la conferencia que tuvo lugar el pasado 15 de junio en la Biblioteca Municipal de Cuéllar (Segovia). Como las buenas investigadoras, la autora de Modernas y vanguardistas: Las mujeres-faro de la Edad de Plata, se metió en la piel de las escritoras para responderla. Programada por la asociación Clásicas y Modernas, junto con la Universidad de Valladolid (UVa) y la asociación de mujeres rurales ISMUR, la charla versó sobre autoras que firmaron con pseudónimos masculinos, y profundizó en las figuras de las españolas Matilde Cherner (Rafael Luna) y, sobre todo, María de la O Lejárraga (Gregorio Martínez Sierra).
Celebrada en una calurosísima tarde preestival en la histórica Villa de Cuéllar, participaron en la presentación Fátima Anllo, presidenta de la Asociación Clásicas y Modernas; Asunción García, presidenta de ISMUR; y Susana de Andrés, profesora de la UVa, vocal en la Junta de Clásicas y Modernas y coordinadora del evento.
También asistieron Rosa Arranz, expresidenta de ISMUR; Agustín García Matilla, vicerrector del Campus de Segovia de la Universidad de Valladolid (UVa); Rocío Collado, secretaria académica del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la UVa; Amalfy Fuenmayor, artista de género y doctora en Derechos Humanos; y Rosa María Cárdaba, profesora de Enfermería en la UVa y experta en estudios de género.
Hetairas, monjas, salonnières…
Mercedes Gómez Blesa comenzó la conferencia con un escalofriante pasaje de La perfecta casada, en el que Fray Luis de León, en el siglo XVI deja escrito: “Así como la Naturaleza […] hizo a las mujeres para que encerradas guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca”…
Prosiguió con ejemplos en femenino plural que, a lo largo de la historia, han contravenido esa estrecha visión y han destacado por su uso del lenguaje, como las hetairas (mujeres libres que manejaban el arte de la conversación) de la antigua Grecia, las salonnières de la Francia de los siglos XVII y XVIII, o las escritoras que encontraban en las celdas de los conventos “el cuarto propio donde podían escribir, sin los apremios de la maternidad”.
Muy interesante fue la reflexión que compartió la conferenciante sobre los elementos que han configurado el canon literario, excluyente con las mujeres, y sobre la imagen tradicional de la literata: “Considerada de moral dudosa por atreverse a introducirse en un territorio eminentemente masculino. Las mujeres que osaban traspasar la frontera de la creación eran miradas con desconfianza y estigmatizadas como ‘marimachos’ o ‘viragos’”.
Pasó después a enumerar una serie de nombres propios femeninos que firmaron con nombre de hombre en diferentes épocas y países, como Aurore Dupin (George Sand), Mary Anne Evans (George Eliot), Jane Austen (by a Lady), o Colette. Finalmente, se detuvo en la figura de dos literatas españolas, la novelista y periodista salmantina Matilde Cherner y Hernández (1833-1880), quien escribió bajo el nombre de Rafael Luna; y la riojana María de la O Lejárraga, quien cedió a su marido, Gregorio Martínez Sierra, junto a su firma, su éxito.
El eclipse literario de María Lejárraga
La dolorosa historia de esta última, excelentemente explicada por Mercedes Gómez Blesa, acaparó por derecho propio la atención del auditorio. Brillante autora del libreto de El amor brujo de Manuel de Falla, entre otras muchas piezas maestras, fue además de escritora, feminista, y sin embargo, desahuciada de sus propias obras.
María Lejárraga fue una mujer en la sombra, tal y como tituló en su biografía Antonina Rodrigo. El eclipse de su talento comenzó tras su primera publicación, Cuentos breves, a raíz del enfado que provocó en su familia. Y fue su marido, Gregorio Martínez Sierra, empresario teatral, quien se apropió de su luz.
Especialmente sangrante para María fue el enamoramiento de su marido de la actriz Catalina Bárcena, con quien tuvo una hija. Este hecho provocó el fin del matrimonio, pero no de la suplantación literaria.
Muchos avatares se sucedieron en la larga vida de esta escritora: La política (fue diputada socialista en la Segunda República), el exilio y las penurias económicas. El gran mazazo llegó con la muerte del impostor Gregorio Martínez Sierra, que supuso a su vez el entierro de la firma de María Lejárraga. Fue como si hubiera muerto en vida, según explicó Mercedes Gómez Blesa. Y para más inri, la hija de la amante de su marido reclamó los derechos de sus obras. Entonces fue cuando reaccionó. Publicó sus memorias, Gregorio y yo: Medio siglo de colaboración, donde desvela tímidamente la impostura, y las firmó con su nombre, María, pero con los apellidos del que fuera su marido, Martínez Sierra.
Afortunadamente, la justicia poética existe y la historia ha devuelto a María Lejárraga, aunque a título póstumo, el reconocimiento que mereció en vida. La editorial Renacimiento publicó en 2018 Viajes de una gota de agua, ya sí, firmado por María de la O Lejárraga, que recoge tres textos dramáticos publicados en buenos Aires en 1954 y hasta esa fecha nunca editados en España.
María envió el manuscrito de uno de esos textos, Merlín y Viviana, donde un perro se enamora de una gata, a Walt Disney, que lo devolvió un par de meses después. En 1955, la factoría de animación estrenó La dama y el vagabundo, que la autora consideró un plagio: “(…) era la misma historia, sin más cambio que haber convertido la gata en perra elegante. Esta vez no quise protestar, ¿para qué?”, le escribió a su traductora, según el artículo que publicó en El País Eva Díaz Pérez: La gran escritora que borró su nombre.
La identidad borrada de las mujeres
La interesante exposición de Mercedes Gómez Blesa, que desgranó las posibles respuestas de distintas investigaciones a la pregunta de “¿Por qué firmé con nombre de hombre?”, animó a las asistentes a preguntar y comentar, generándose un interesante debate sobre la cultura y la situación de la mujer rural en el actual contexto político de la Junta de Castilla y León. En concreto, expresaron su preocupación por la regresión en los derechos de las mujeres que se traslada desde el Gobierno regional.
La Asociación Clásicas y Modernas para la igualdad entre mujeres y hombres en la cultura ha diseñado el programa “¿Por qué firmé con nombre de hombre?” en torno a escritoras que escribieron con pseudónimos de varón o cuyos textos fueron firmados por sus parejas u otros hombres. Se trata de un programa financiado por la Dirección General de Libro, dentro del Programa para la promoción de la Lectura y las Letras Españolas del Ministerio de Cultura.
Este hilo de reflexión plantea cuestiones sobre la identidad borrada de las mujeres, el reconocimiento al que renunciaron en muchos casos y las barreras culturales que las mujeres han encontrado al intentar que sus obras fueran reconocidas sin prejuicios por “ser escritas por una mujer”. Mucho se ha denunciado sobre el hecho de que la literatura realizada por autoras sea calificada de “femenina” o “de mujeres”, de manera asimétrica a la literatura “universal” de los hombres.
Este programa encadena diversas conferencias por diferentes provincias de España. En Segovia se ha celebrado la segunda de las presentaciones, a cargo en este caso de Mercedes Gómez Blesa, una de las impulsoras del proyecto “Women’s Legacy” (El Legado de las Mujeres) para la inclusión de referencias de mujeres en los libros de texto.
Algunos de los libros escritos por Mercedes Gómez Blesa son:
- Las intelectuales republicanas: la conquista de la ciudadanía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
- Modernas y vanguardistas. Mujer y democracia en la II República, Laberinto, Madrid, 2009,
- Santiago Bolaños, Marifé y Gómez Blesa, Mercedes, Debes concerlas, Madrid, Huso, 2016
- Modernas y vanguardistas. Las mujeres-faro de la Edad de Plata, Madrid, Huso, 2019
La Asociación Clásicas y Modernas tiene entre sus fines promover estudios y acciones que se consideren convenientes sobre la creación contemporánea de mujeres en España y “para desvelar los mecanismos concretos o difusos, que por práctica u omisión construyen la disparidad y retrasan las trayectorias profesionales de las creadoras. Cuestionar, con los datos obtenidos, tanto la reiteración de genealogías excluyentes de la creación, como la invisibilización de los hechos de las mujeres en la historia y el arte o en los medios de divulgación masiva o especializada (publicaciones científicas, revistas, periódicos, etc.). Y, por último, proponer autoras a los Premios Nacionales correspondientes”.
Imágenes: Alberto Morala, técnico especialista en Fotografía y Diseño en la Universidad de Valladolid (UVa). Cortesía: UVa.