¿Cuál es la definición de medio rural en el Estado español? ¿Cuánto territorio ocupa? ¿Cuántas personas lo habitan? ¿Y cuántas mujeres? ¿Cuál es el alcance de la desigualdad entre hombres y mujeres? ¿Cuánto ha cambiado en diez años? La respuesta a todas estas preguntas se pueden encontrar en esta Radiografía de la desigualdad de la mujer rural. Un análisis minucioso y necesario para comprender y corregir muchos de los desequilibrios que aquejan a nuestro medio rural.
Este trabajo arroja datos preocupantes, como el grado de masculinización del medio rural español (111,7 hombres por cada 100 mujeres en edades entre 30 y 49 años), o que las mujeres emplean cinco veces más tiempo a labores domésticas y dos veces más al cuidado de dependientes que los hombres. Desigualdades estas referidas al uso del tiempo que han aumentado en la última década y que explican el éxodo femenino, con las negativas consecuencias que acarrea para todo el medio rural, como la despoblación.
Esta radiografía está realizada a partir del Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural 2021 del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (MAPA), que compara la situación con el mismo Diagnóstico elaborado en 2011. En este tiempo también se aprecian evoluciones positivas, más tímidas de lo deseable, como el aumento de la tasa de empleo femenina, el crecimiento del número de mujeres en puestos de dirección y la proporción de empresarias, o el que las jóvenes den la vuelta a la tendencia y destinen más tiempo al uso de la tecnología que los varones.
“La partida que se juega allí no es entre igualdad o machismo, sino entre igualdad o vacío”.
Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA)
La correcta caracterización de los problemas que acarrea el campo español es fundamental para corregirlos, en un momento en que el cambio climático, la despoblación y otras amenazas globales ponen en peligro la supervivencia nada menos que del 82% del total de los municipios españoles, donde residen más de 7,5 millones de personas, el 16% de la población española. De estos 7,5 millones, casi la mitad, el 49,2%, son mujeres. Tal y como plantea el ministro del MAPA, Luis Planas, en el prólogo del informe: “La partida que se juega allí no es entre igualdad o machismo, sino entre igualdad o vacío”.
Conceptos previos: El sexo es biológico, el género es sociocultural
Este ambicioso trabajo comienza con una aclaración de conceptos previos, como las diferencias entre sexo y género. Los términos “sexo” y “género” siguen utilizándose, como ya se mencionó en el Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural de 2011, como sinónimos, cuando las diferencias de significado son fundamentales. El sexo hace referencia a características biológicas, innatas en cada persona. Las diferencias son debidas a factores fisiológicos como cromosomas, hormonas y genitales, que distinguen a mujeres y hombres.
Por su parte, el género es una construcción sociocultural que hace referencia a diferentes características, valores, roles y estereotipos que se atribuyen a mujeres y hombres. El género es una categoría de análisis que visibiliza las diferencias asociadas y las relaciones de poder existentes entre ambos sexos, de forma que deja patentes las desigualdades existentes. Es un término dinámico y susceptible de cambio mediante la transformación del imaginario social.
Medio rural: Población menor de 30.000 habitantes y densidad inferior a 100 habitantes por km2
El informe también define el concepto de medio rural, según la Ley 45/2007 de 13 de diciembre, de desarrollo sostenible del medio rural. Así, el medio rural es considerado aquí el espacio geográfico formado por los municipios con una población inferior a 30.000 habitantes y una densidad inferior a los 100 habitantes por kilómetro cuadrado.
A la hora de elaborar el Diagnóstico, se han tenido en cuenta tres variables poblacionales. Dicha clasificación se basa en tres tipos de zonas rurales:
A revitalizar: Aquellas con escasa densidad de población, elevada significación de la actividad agraria, bajos niveles de renta y un importante aislamiento geográfico o dificultades de vertebración territorial.
Intermedias: Aquellas de baja o media densidad de población, con un empleo diversificado entre el sector primario, secundario y terciario, bajos o medios niveles de renta y distantes del área directa de influencia de los grandes núcleos urbanos.
Periurbanas: Aquellas de población creciente, con predominio del empleo del sector terciario, niveles medios o altos de renta y situadas en el entorno de las áreas urbanas o áreas densamente pobladas.
111,7 hombres por cada 100 mujeres en edades comprendidas entre 30 y 49 años
Una de las principales conclusiones que se extraen del análisis de los datos poblacionales relativos al medio rural español en 2021 es que su estructura demográfica, tal y como ocurría hace una década, sigue presentando desequilibrios. En términos generales, puede decirse que el envejecimiento poblacional, la masculinización y la escasa natalidad son factores que ponen en riesgo la sostenibilidad social del medio rural.
Según pone de manifiesto el Diagnóstico, “las desigualdades de género no solo afectan a las mujeres. La existencia de relaciones desiguales entre mujeres y hombres tiene consecuencias negativas en todos los ámbitos de la vida de las personas que se reflejan, también, en la estructura demográfica del medio rural. Estas acrecientan aún más los desequilibrios estructurales a los que se encuentra sometida la población rural como el envejecimiento de la población, por ejemplo. Por tanto, la desigualdad de género produce consecuencias negativas tanto de carácter social como económico y ambiental”.
El éxodo rural femenino provoca una fuerte masculinización de las edades activas y reproductivas del medio rural –en estas zonas hay 111,7 hombres por cada 100 mujeres en edades comprendidas entre 30 y 49 años, según datos del INE de 2022–. Ello tiene efectos directos en la caída de la natalidad. Aunque el descenso del número de nacimientos es una tendencia que se registra en la sociedad española en su conjunto, en el medio rural se observan cifras más alarmantes. Las bajas tasas de natalidad provocan la falta de relevo generacional, lo que redunda en la situación de envejecimiento a la que se enfrentan las zonas rurales españolas.
La desigualdad de género no solo afecta a las mujeres. Produce consecuencias negativas tanto de carácter social como económico y ambiental
Estas mismas tendencias fueron ya señaladas hace una década, cuando el medio rural mostraba cifras más extremas en relación a la masculinización -115 en la generación soporte- y la feminización del envejecimiento poblacional. Sin embargo, en la actualidad el envejecimiento es más acusado que entonces y, además, se espera que siga aumentando a medida que las generaciones que actualmente están próximas a la edad de jubilación sigan cumpliendo años.
El aumento de la población envejecida supone un crecimiento de la demanda de cuidados. La disponibilidad y oferta de servicios de atención especializados en el medio rural es más escasa que en el medio urbano. Ello hace que, en mayor o menor medida, sean las familias las que ofrezcan ese soporte. Los datos recopilados en el estudio muestran que las tareas de cuidados siguen recayendo, de forma mayoritaria, en las mujeres. Ello es, sin duda un factor que impide el desarrollo de estas en condiciones de igualdad a los hombres.
Según apuntan varios estudios entre los que caben señalar el primer Diagnóstico de la Igualdad de Género del Medio Rural publicado en 2011, el éxodo rural femenino está provocado por un conjunto de factores, entre los que destacan la falta de oportunidades formativas y laborales en estas zonas. Además, también intervienen otros elementos de carácter más subjetivo como la presión social a la que muchas mujeres se ven sometidas, que deriva de la marcada pervivencia de roles y estereotipos de género, así como la sobrecarga de trabajos de cuidados a los que muchas de ellas tienen que hacer frente en el medio rural. Todo ello dibuja un panorama que facilita la decisión de las mujeres a emigrar y que retroalimenta otros desequilibrios demográficos.
Aumenta la tasa de empleo femenina del 49% en 2011 al 51,6% en 2021
Del análisis se extrae que las mujeres han ganado posiciones en cuanto al acceso al mercado laboral: La tasa de empleo femenina se sitúa en el 51,6%, cuando hace una década era del 49%. Sin embargo, las cifras sobre empleo femenino rural no son tan elevadas como cabría esperar.
La brecha laboral de género, entendiendo esta como la diferencia en el empleo entre hombres y mujeres, registra, según datos actualizados, un valor de 9 puntos porcentuales a favor de los hombres. El valor de este indicador hace una década era de más de 23 puntos porcentuales. Este dato, que a priori indicaría el acelerado progreso en la eliminación de las desigualdades laborales de género, no es tan esperanzador si se tienen en cuenta las tasas de empleo y desempleo de mujeres y hombres. El acortamiento en las distancias en el empleo por sexos se debe, principalmente al desplome experimentado en la tasa de empleo masculina con respecto a los valores recogidos hace una década –en la actualidad la tasa de empleo masculina es del 60,6% mientras que ese indicador hace una década era del 72,3%–.
Por otra parte, los datos obtenidos reflejan la importancia del sector servicios como el principal pilar en la economía rural –ocupa al 47,3% de la población rural empleada–. Sin embargo, el sector servicios en el medio rural ha descendido respecto a 2011 –cuando empleaba a más de la mitad de la población rural (52,6%)–. Además, hay que señalar que el sector agrario se afianza como el segundo sector más relevante en términos de empleo generado. En la actualidad, el sector agrario ocupa a casi un cuarto de la población empleada en el medio rural (23,6%). Esta cifra era en 2011 del 19,3%.
Las mujeres empleadas en el sector agrario pasan del 7,1% en 2011 al 18,8% en la actualidad
Merece la pena destacar algunas características del sector agrario como actividad productiva que recupera importancia en el medio rural. En cuanto a la posición de las mujeres y hombres en este sector, tradicionalmente, este ha estado caracterizado por el empleo de mano de obra masculina. En 2011, la ocupación masculina agraria era 18,2 puntos porcentuales superior a la de las mujeres. En la actualidad se detecta una reducción de la brecha de género en la ocupación agraria que pasa a ser de 7,8 puntos porcentuales a favor de los hombres. Por tanto, aunque la mano de obra agraria sigue siendo eminentemente masculina, se produce un notable incremento de las mujeres empleadas–que pasa del 7,1% en 2011 al 18,8% en la actualidad–.
En este capítulo cabe destacar la aprobación de la Ley de Titularidad Compartida –Ley 35/2011, de 4 de octubre, sobre Titularidad Compartida de las Explotaciones Agrarias–, que pese a llevar más de una década en vigor, tan solo ha conseguido 1.031 altas a fecha de julio de 2022. Esta cifra esconde a todas aquellas mujeres que, a pesar de trabajar en la explotación familiar desde hace años, lo hacen de manera invisibilizada, no teniendo un reconocimiento legal y jurídico de sus derechos.
Por otra parte, continuando con las características de la mano de obra agraria, si se atiende a la distribución de esta por edades se obtiene que mientras que los hombres que trabajan en este sector son mayoritariamente jóvenes, en el caso de las mujeres la ocupación tiende a aumentar a medida que aumenta la edad de estas, siendo mayoría las mujeres que tienen entre 50 y 64 años.
Otra característica que se desprende del análisis de los datos es que el sector agrario tiene mayor relevancia cuanto mayor es el grado de ruralidad de los municipios. De esta manera, la ocupación agraria es del 29,2% en los municipios a revitalizar, del 18,4% en los municipios intermedios y del 13,6% en los municipios periurbanos.
Aumenta ligeramente el número de mujeres en puestos de dirección y la proporción de empresarias
En cuanto a las cualidades del empleo en el medio rural, el femenino está más diversificado que hace una década. Si en 2011, las mujeres se encontraban mayoritariamente posicionadas en las categorías laborales más bajas, en la actualidad hay un mayor número de mujeres –aunque aún leve– en puestos de dirección –19,6% frente a 16,2% en 2011–. Además, la tecnificación empresarial parece haberse instalado en el medio rural con el predominio de puestos de este carácter que, si bien están masculinizados –estos puestos suponen el 28,2% del empleo masculino–, empiezan a reflejar la presencia femenina –de 18,9% en 2011 a 25,6% en la actualidad–. Por otra parte, las mujeres continúan destacando en los puestos para los que no se exige cualificación, aunque la proporción disminuye visiblemente con respecto a hace una década –de suponer el 32,7% del empleo femenino en 2011 pasan a ser el 21,2% en la actualidad–.
Hace diez años, las mujeres destacaban por tener condiciones laborales relacionadas con la precariedad como mayor temporalidad y estacionalidad en el empleo, parcialidad en la jornada, etc. En la actualidad algunas de estas condiciones parecen haber cambiado de signo y ya no son eminentemente femeninas. Es lo que ocurre con la estacionalidad, que en la actualidad está encabezada por hombres, como se desprende de la modalidad contractual fijo-discontinua en la que el 69,9% son contratos masculinos y el 30,1% femeninos. Sin embargo, las mujeres continúan siendo mayoría en el empleo a tiempo parcial –el 28,0% de las mujeres tienen jornada parcial, frente al 19,7% de los hombres.
Si bien el empresariado en este medio se caracteriza por ser eminentemente masculino, las diferencias entre sexos se acortan con respecto a hace una década –la brecha de género en el empresariado es de 8,9 puntos porcentuales a favor de los hombres mientras que en 2011 rondaba los 17 puntos porcentuales–. Crece la proporción de mujeres empresarias con respecto a hace una década en el medio rural. En cuanto al teletrabajo, en el medio rural son ellas las que mayoritariamente trabajan desde el domicilio –el 6,5% de ellas frente al 3,8% de ellos–, aunque, a la vez, son también las mujeres las que predominan en los desplazamientos diarios fuera de su municipio por motivos laborales –36,8% y 30,4% de mujeres y hombres, respectivamente–.
Hay que destacar cómo estos datos reflejan la polarización que sufren las mujeres en el mercado laboral rural. Por un lado, están aquellas con puestos de trabajo de tipo técnico y cualificado con condiciones laborales estables, aunque, por otra parte, también son numerosas las mujeres con escasa o nula cualificación, que desempeñan trabajos bajo condiciones laborales más precarias.
Las mujeres dedican 5 veces más tiempo a tareas domésticas y dos veces más a cuidar a familiares que los hombres
Son las mujeres las que emplean más tiempo en atender algunas de sus necesidades personales, como la higiene. El mayor uso del tiempo en atender este tipo de necesidades podría estar condicionado por la intensidad con que el estereotipo tradicional de belleza se asocia a las mujeres. Ello derivaría en una mayor necesidad de realizar tareas diversas que van más allá del aseo, como el peinado, vestido, maquillaje, etc. Esta podría ser una causa del mayor tiempo empleado por ellas. Por otra parte, las mujeres dedican menos tiempo a descansar que los hombres, lo que podría deberse al rol de cuidados atribuido a estas, y al hecho de acarrear con las responsabilidades del hogar y de atención constante a la familia.
En relación al tiempo dedicado al trabajo doméstico, el rol reproductivo asignado tradicionalmente a las mujeres se ha reflejado en el presente apartado de manera considerable. La media del tiempo diario empleado por las mujeres a la realización de tareas domésticas –cocina, limpieza, cuidados de ropa y compra de productos– es más de cinco veces superior a la de los hombres, siendo la diferencia más acusada en las mujeres de entre 35 a 49 años–. Los datos parecen indicar que la desigualdad en el trabajo doméstico ha aumentado estos últimos 10 años en el medio rural y que la corresponsabilidad en el cuidado y las tareas del hogar sigue siendo un tema pendiente de solucionar en este entorno.
La desigualdad en el trabajo doméstico y de cuidados ha aumentado en la última década en el medio rural
De la misma forma, la brecha de género en el cuidado familiar tiene un signo eminentemente femenino. Las mujeres rurales emplean más del doble de tiempo que los hombres en tareas de cuidados a la infancia y a personas mayores, detectándose que la brecha de género ha aumentado respecto a 2011. Se estima que la carga de cuidados podría ir en aumento en los próximos años en caso de no existir mayores servicios de atención a las personas mayores en el medio rural. El envejecimiento poblacional y, sobre todo, el sobre-envejecimiento de la población rural –referido a la población mayor de 80 años– tiende a aumentar, por lo que es previsible que lo hagan las necesidades de servicios de atención y cuidados profesionalizados. En caso contrario, si la tendencia actual continúa y sigue existiendo una feminización de los cuidados, serán las mujeres quienes, con mucha probabilidad, deberán hacer frente a mayores cargas de trabajo en relación a las tareas de atención en el medio rural.
Solo un 78,1% de la población que vive en municipios de 10.000 habitantes tiene un ordenador en casa
Según la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares (INE, 2021), solamente un 78,1% de la población que vive en municipios de 10.000 habitantes tiene un ordenador en casa. Este dato es llamativo si se compara con el porcentaje de población que reside en municipios de más de 100.000 habitantes y tiene ordenador en casa, el 86,2%. Aunque la tendencia en relación a la digitalización del medio rural ha ido equiparándose a la de las zonas urbanas, todavía siguen existiendo desequilibrios.
Las variables que pueden afectar a la brecha digital de género son numerosas: edad, municipio, nivel educativo, etc. Según un informe del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades, el envejecimiento del medio rural supone un impedimento para el aprovechamiento del uso de internet y las tecnologías de la información y comunicación (TIC). Además, el género y la ubicación geográfica son dos de las variables que más inciden y acentúan la exclusión digital.
Las mujeres jóvenes dan la vuelta a la tendencia: En el medio rural, ellas dedican más tiempo al uso de la tecnología que ellos
Un elevado porcentaje de la población rural emplea tiempo en el uso de diversas tecnologías (93,2%), mientras que solo un 6,8% reconoce no usarlas. Al indagar sobre el sexo de las personas usuarias se obtiene que este grupo está formado por más hombres (57,6%) que mujeres (42,4%). Tenencia que las nuevas generaciones consiguen dar la vuelta: En el grupo de edad más joven, las mujeres son las que más minutos dedican al uso de la tecnología.
También llama la atención la diferencia de tiempo empleado en la tecnología entre mujeres y hombres en el grupo de entre 50 a 64 años, donde mayores distancias entre sexos se registran. Este dato es relevante, ya que puede dar una pista de la falta de formación digital de las mujeres mayores de 50 años en el medio rural. Precisamente los datos sobre uso de tecnologías son inferiores en el grupo de edad y sexo en el que la socialización diferencial actúa con mayor intensidad y, por tanto, son las mujeres quienes pasan más tiempo realizando tareas del hogar y de cuidados en comparación con los hombres, lo que podría ser una de las causas del menor tiempo empleado en el uso de la tecnología.
Las TICs son decisivas para desenvolverse en la sociedad actual y para combatir el aislamiento físico existente en algunas de las zonas rurales. Los resultados mostrados en el presente estudio reflejan la brecha de género entre mujeres y hombres en el medio rural en perjuicio de estas en todas las edades, a excepción de las más jóvenes. Esta carencia tecnológica puede llegar a afectar a todos los niveles: limita las relaciones sociales de las mujeres –fundamentales para el desarrollo y bienestar personal–, disminuye las habilidades tecnológicas que son esenciales para el desempeño de determinados empleos o acciones cotidianas –como puede ser pedir una cita médica–, etc. Además, los efectos de la pandemia han mostrado la importancia del manejo de las TICs para desenvolverse en la sociedad actual. Entre las recomendaciones y propuestas que se incluyen al final del presente trabajo, figura la mejora de las competencias digitales de las mujeres rurales.
Gran parte de la población rural, tanto mujeres como hombres, defiende que la vida en estos territorios es más agradable que en las ciudades
Y a pesar de todo, tal y como señala el prólogo, “las mujeres desean permanecer en las zonas rurales y desarrollar allí su proyecto vital, tanto desde el punto de vista personal como profesional”. El análisis de los resultados permite concluir que se están produciendo importantes transformaciones en la posición que ocupan las mujeres sobre todo en el ámbito productivo –laboral–, aunque estos son lentos y aún insuficientes y requieren todavía la eliminación de muchas barreras como la segregación tanto horizontal como vertical del mercado de trabajo en el medio rural.
En el ámbito privado –hogar– la impronta de los estereotipos y roles de género es todavía muy marcada en la sociedad rural. De esta manera y, a pesar de detectarse un mayor grado de sensibilización con respecto a la influencia de dichos roles y estereotipos, este no parece tener un reflejo en la organización de los espacios de cuidado entre mujeres y hombres. Las opiniones menos conservadoras en relación a la asignación diferenciada de roles se obtienen por parte del grupo de edad más joven, lo que hace pensar en un futuro alentador en términos de una sociedad más igualitaria.
Las nuevas formas de relación tanto laborales como sociales derivadas de las medidas extraordinarias adoptadas en la pandemia, pueden ser una oportunidad para que se produzca una reorganización y redistribución de las responsabilidades familiares siempre que estas se lleve a cabo teniendo en cuenta la perspectiva de género y alejándose de los mandatos impuestos por roles y estereotipos de género. Estas fórmulas también pueden suponer una oportunidad para subsanar otro de los grandes desequilibrios poblacionales a los que se enfrenta el medio rural: el éxodo femenino.
Se ha comprobado que gran parte de la población rural, tanto mujeres como hombres, defiende que la vida en estos territorios es más agradable que en las ciudades. Cabe pensar que si las oportunidades laborales y profesionales pudieran desarrollarse a distancia –con la generalización de fórmulas como el teletrabajo y la formación online–, se ofrecieran unos servicios aceptables y se aligerara la presión social sobre las mujeres provocada por los roles y estereotipos de género, las ventajas de residir en el medio rural podrían superar a los inconvenientes y favorecerse así en dinamismo poblacional tan necesario para estos territorios. Todo ello supondría la reconfiguración del papel de las mujeres que viven en el medio rural en favor de mayores libertades y oportunidades en estos territorios, algo que redundaría en mayores cotas de igualdad entre mujeres y hombres y, sin duda, en el bienestar de la sociedad rural en su conjunto.
Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural 2021
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