Exposición ‘Colores’ de Anastasia en Trescasas: Sensibilidad natural

Fátima Martín.- Anastasia es un nombre que procede del griego que significa “la que resucita”, “la que renace”. La Real Academia de la Lengua (RAE) la relaciona con la voz de Atanasia, que significa “inmortalidad”. Y a su vez ambas, Anastasia y Atanasia, remiten a hierbas medicinales: A la artemisa la primera y a la hierba de Santa María la segunda. Anastasia es el pseudónimo de Gemma Méndez, artista que expone sus obras estos días en el Salón Multiusos de Trescasas, en el marco de la Semana Cultural de esta localidad segoviana asentada al pie de La Atalaya. La exposición, titulada ‘Colores’, transmite una especial sensibilidad natural.

Gemma Méndez, *Anastasia*. Fotografía cortesía de Carlos Puerto

De sus obras brotan árboles, bosques y flores. También se asoma algún animalillo, “más del agua y del aire”. En la obra ’Raíces’, muestra una tierra en conexión con los árboles “porque ellos se comunican por las raíces, con los micelios. Me apetecía representar un mundo lleno de raíces, de conexiones, como un Internet de árboles”, explica.

En otros casos, el bosquecillo se ilumina con la magia del fuego fatuo. O el río brilla, en un estado intermedio entre el agua y la nieve. A pesar de representar un paisaje invernal, con tonos morados, los matices cálidos “no dan la sensación de demasiado frío”. Las flores oscilan entre delicadas amapolas y corolas imaginarias. Entre las obras, palpita un corazón elaborado a plumilla con acuarela metálica plateada y rojiza sobre un papel acuarela negro. La imagen que ilustra la exposición, rebosante de un color calmo, intercala árboles en flor entre edificios y nos recuerda que “incluso en la ciudad puede haber naturaleza”.

Casi todas las piezas están elaboradas con acuarela, técnica que a la artista le gusta, “porque se puede jugar más”. Pero también hay obras a tinta china. Y pequeños vegetales y animalillos marinos enmarcados en latas de anchoas. En su continua experimentación, últimamente se está acercando al pastel, el carboncillo y el lapicero. Y se está planteando trabajar el pastel con papeles reciclados.

No es casualidad que la obra de Anastasia, que ha escogido este pseudónimo por un recuerdo de la infancia, esté tan presente la naturaleza. Su trayectoria vital y profesional está muy ligada a ella. Ha trabajado en un herbolario y como guía de rutas en los montes de Valsaín en el Centro de Interpretación de La Boca del Asno. “Se trataba de transmitir un conocimiento para que la gente, al conocer una planta, le pusiera un nombre y una propiedad. Pues ya no era una planta, era un escaramujo, que sirve para tener vitamina C, que lo llevaban los navegantes en los barcos para no padecer escorbuto cuando no había frigoríficos y no tenían productos frescos. Eso es muy bonito”, explica.

Esta artista autodidacta e intuitiva reconoce que, inconscientemente, la vida natural está presente en toda su obra. “Necesito estar en contacto con la naturaleza. Me da paz, tranquilidad, para mí es el origen de la vida”, reconoce. De hecho, fue la pandemia la que, al obligar al encierro, la empujó a dibujar, para acercarse así a la naturaleza.

Hoy, esta masajista que domina técnicas orientales como el shiatsu y el do-in, despliega la sensibilidad natural de sus manos también en el arte. Ante la pregunta de qué quiere transmitir con sus obras, Anastasia devuelve la mirada al ojo que las observa: “Más que transmitir, es lo que parece ser que causan. Yo siempre digo que cualquier cuadro le habla a uno. Simplemente, que se dejen llevar, si les transmite algo bonito o positivo, o no. Que sean ellos los que miren y decidan qué les transmite. Porque mi intención no es otra que hacer algo que me gusta, pero luego, cuando se lo enseño a la gente, lo que más me dicen es que les transmite paz y alegría. No es precisamente algo que yo quiero transmitir. Simplemente, transmite eso y me hace mucha ilusión que transmita eso sin pretenderlo”.