En las orillas del Día del Libro volvemos a reavivar la voz de María Zambrano, una de las más destacadas referentes de las letras en castellano. La recordamos por un cúmulo de coincidencias: María Zambrano nació en los inicios del siglo XX un 22 de abril, el mismo día en que murió Cervantes. Si hoy celebramos el Día Mundial del Libro es porque la UNESCO hizo coincidir un día después, el 23 de abril, la desaparición de los escritores William Shakespeare, Garcilaso de la Vega y Miguel de Cervantes. Sucede que la malagueña es la primera mujer en recibir el Premio que lleva el nombre del autor de El Quijote.

“Donde queman libros, terminan quemando personas”, escribió el poeta germano del siglo XIX Heinrich Heine. Autor que, por cierto, tradujo El Quijote al alemán. Viene a cuento esta frase en estos tiempos de guerra. María Zambrano, víctima de otra guerra, la civil española, alumbró una poderosa imagen en el poema “si esta paloma se quema”. 

A pesar de la sombría carga simbólica de una paloma en llamas, esta poesía, como casi toda su obra, es luminosa. Cada vez que nos adentramos en sus Claros del bosque descubrimos parajes sorprendentes. Paraísos naturales calados de luz. Es el caso del siguiente pasaje, que revela el alma de María Zambrano: 

“De condición alada y dada a partir, se conduce como una paloma. Vuelve siempre, hasta que un día se va llevándose al ser donde estuvo alojada. Y así se sigue ante este suceso a la espera de que vuelva o de que se haya posado en algún lugar de donde no tenga ya que partir, hecha al fin una con el ser que se llevó consigo.Y que este irse haya sido para ella la vuelta definitiva al lugar de su origen, hacia el que se andaba escapando tan tenazmente. Obstinada la paloma, ¿cómo se la podría convencer de nada? Parece saber algo que no comunica, que, siendo tan afín con la palabra, nunca dice. (…)”.

Es imposible no relacionar estas palabras aleteantes con el exilio en una pensadora que pagó con un peregrinar de casi medio siglo su postura intelectual en una España que helaba el corazón entonces y lo sigue helando casi un siglo después. 

Esa paloma ha sido recogida por el artista segoviano Luis Moro, quien lleva un tiempo honrando con su trabajo la memoria de María Zambrano. Y lo hace en algunos de los lugares que fueron relevantes para ella, que casualmente también lo son para él, como Segovia o la América que la acogió. En concreto, Moro ha presentado su obra zambraniana en el campus María Zambrano de la Universidad de Valladolid en Segovia, en la UNAM de San Antonio, en la Rice University de Houston, en el Latino Cultural Center de Dallas, o en el Ateneo Español de México, entre otros.

El artista, con una carpeta-homenaje titulada ‘Memoria’ que entrelaza sus gráficas con poemas de Zambrano, posa su mirada en la paloma como mensaje de paz en un momento histórico y decisivo. En esta obra híbrida, analógica y digital, pictórica y audiovisual, artística y poética, gestada con palabras y trazos, voz y luz, participan la filósofa, escritora y patrona de la Fundación María Zambrano Marifé Santiago Bolaños y la premio Cervantes mexicana Elena Poniatowska. 

“En María Zambrano el destierro resultó una herida sin cura, aunque supo exiliarse de todo menos de su escritura”

Elena Poniatowska

La periodista, que también sabe del desgarro que supone que le arranquen a una su raíz a la fuerza, comparte: “Simone Weil, la filósofa francesa, escribió que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana. En María Zambrano el destierro resultó una herida sin cura, aunque supo exiliarse de todo menos de su escritura”. Luis Moro, al rememorar a Zambrano recuerda que, para ella, “el exilio terminó convirtiéndose en su patria”. 

Completa el tributo a Zambrano de Moro la obra ‘Heterodoxia cósmica’, con un poema inédito, creado ex profeso para este homenaje, de Mercedes Gómez-Blesa, filósofa, ensayista y patrona de la Fundación María Zambrano. 

Además de la paloma, el artista, inspirado en la comunicación epistolar que mantuvo la filósofa con su amigo, el pintor mexicano Juan Soriano, dibuja gatos. Según señala Moro, para Zambrano, los gatos eran “sagrados, íntegros, independientes de espíritu y de forma de vida”. Su amor  por los felinos les costó a las hermanas Zambrano, pura resistencia animal, no pocos problemas. Ellos correspondieron a María de manera póstuma acompañándola mágicamente a los pies de su tumba en su Vélez Málaga natal. 

María Zambrano envuelve el entramado de hierro del pensamiento con el hilo de seda de la emoción. Esa es su razón poética, la aportación de Zambrano a la filosofía

El propio artista reconoce que ha encontrado muchos paralelismos entre la vida de María Zambrano y la suya propia. Uno de ellos es la adolescencia en Segovia. Pero también la huella por México o Roma. No acaban aquí las coincidencias. 

“Zambrano escribió de memoria todos los paseos que yo había hecho de pequeño”, ha declarado Moro. En efecto, artista y escritora han compartido, en distintos momentos, en la sierra segoviana, las mismas libélulas, la misma agua, la misma luz. En la vibrante naturaleza primero, y en el espejo tembloroso de los sueños, después. 

El concepto griego de ‘aletheia’ significa verdad revelada. La imagen “claridad aleteante” define la idea de María Zambrano de ‘Claros del bosque’ como espacio mágico, místico, onírico, iluminado, de éxtasis con la naturaleza y revelación creativa. Precisamente, como revelación de verdades entiende María Zambrano el arte en su libro ‘Algunos lugares de la pintura’. 

La poesía es emoción hecha palabra, o imagen, que es el germen luminoso de la palabra

“Me considero un pintor poeta, porque el arte debe tener poesía”, ha confesado en algún momento Luis Moro, que ha colaborado artísticamente con no pocos literatos nacionales e internacionales, entre ellos un ramillete de premios Cervantes, como Elena Poniatowska, Antonio Gamoneda o Ida Vitale. No en vano, la poesía es emoción hecha palabra, o imagen, que es el germen luminoso de la palabra. María Zambrano envuelve el entramado de hierro del pensamiento con el hilo de seda de la emoción. Esa es su razón poética, la aportación de Zambrano a la filosofía. 

Además de la heterodoxia cósmica que ambos artistas, cada uno en su estilo, comparten, para Moro, María Zambrano es una mujer que tiende puentes. “Con eso me siento identificado, porque mi trabajo siempre gira en torno a esos puentes, por ejemplo, entre la botánica y el arte o el mundo animal”, ha dicho. El autor de obras tan preocupadas por la naturaleza como ‘La cuenta atrás’ o ’Resistencia animal’, seguro que comparte las siguientes palabras que se atribuyen a la pensadora y que no pueden ser más actuales: 

“La Tierra lo arregla todo, lo distribuye todo. Bueno, quiero decir estas cosas, si la dejan. Pero no la dejan, no. No la dejan nunca ellos, los que mandan. ¿La dejarán alguna vez que haga su trabajo en paz?”.