En los últimos años se puede oír muy a menudo la frase “el feminismo está de moda”. Es una forma algo despectiva de verbalizar un hecho causado por la fuerza de la necesidad. Y es que dicho movimiento ha tomado fuerza y visibilidad tanto internacionalmente como dentro del Estado español. Es difícil ponerle una fecha de inicio universal a la que ya se denomina “tercera ola del feminismo”. Se suele determinar que comenzó en los 90, pero lo cierto es que en España ha tenido su auge más reciente en las movilizaciones en contra de la reforma de la Ley del Aborto, propuesta por el PP en 2014 y la cuál fue retirada.

 

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En septiembre de ese mismo año unas pocas chicas de la pequeña ciudad de Segovia, buscábamos la forma de crear un espacio para nosotras, donde organizar y articular dicha lucha en nuestro entorno cercano. Finalmente creábamos una célula del colectivo estatal Scum-girls, pero nos desligábamos de él a los pocos meses para continuar nuestra actividad de forma independiente como Brigada Violeta, donde seguimos trabajando a día de hoy.

 

 

Además de feministas, nos definimos como anticapitalistas y antifascistas, y en cuanto a la organización interna somos una agrupación asamblearia y no mixta. Con este último concepto nos referimos a que no forman parte de ella personas que no sufran la opresión del sistema patriarcal de forma directa, es decir, a los hombres cis (aquellos que se sienten acorde al género que les fue asignado al nacer, es decir, personas no transgénero). Tomamos dicha estructura porque nos dimos cuenta de la necesidad de un lugar de empoderamiento, donde la persona oprimida pudiese encontrar un apoyo consciente de los problemas que atraviesa, y donde la lucha de liberación fuera dirigida por aquellas que pretenden liberarse, pues pensar que los hombres acabarán con el patriarcado ellos solos es tan lejano y absurdo como creer que los blancos terminarán por sí mismos con el racismo. Aunque eso no quiere decir que, en ambos casos, tales figuras no puedan y deban ser conscientes y aliados en la lucha, pues también se necesita de su esfuerzo.

 

 

Por otro lado, también se podría decir que este colectivo y el feminismo en sí tienen como objetivo curar muchos problemas sociales, pero también personales, existiendo una fuerte interrelación entre ambos. Porque todas coincidimos en que es una ideología visceral, que muchas veces no eliges sino que te atrapa, que te cambia la forma de ver el mundo y te identifica en cada uno de sus lemas. Y de la misma forma te proporciona armas para luchar contra los ataques machistas que nos dañan directa o transversalmente. Estas armas son la comprensión de iguales, el apoyo de personas con los mismos problemas, la batalla contra la soledad y el aislamiento, los consejos conscientes o el compartir aprendizaje de situaciones similares. Con ellas hemos aprendido a combatir complejos, insuficiencias de autoestima, trastornos alimenticios, problemas familiares, acoso, relaciones tóxicas, abusos, marginación y otros conflictos que, de una manera u otra, recaen sobre las mujeres, o se acentúan en su efecto sobre ellas, por el simple hecho de ser eso, mujeres.

 

 

Pero además, para eliminar dichos problemas, es esencial y más eficaz la prevención. Dotar de conciencia a la sociedad en su conjunto para que no repita los mismos errores. Por lo tanto, la gran mayoría de nuestras acciones van enfocadas a ello. Intentamos crear dicha conciencia entre la población, principalmente en las calles, pero también en la red.

 

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En esa línea, solemos convocar movilizaciones en colaboración con otros colectivos en fechas clave como son el 8 de marzo (Día de la mujer trabajadora), el 25 de noviembre (Día contra la violencia de género) o el 1 de mayo (Día del trabajo). Pero, además, hemos realizado varias acciones propias, colocando por las calles frases de feministas, datos de violencia de género o pancartas que “felicitaban el año nuevo” recordando el número de víctimas que el machismo nos dejaba el año anterior. El pasado agosto, por ejemplo, nuestra ciudad se llenó de unos pequeños carteles, que buscaban ser tan sutiles como enérgicos en su objetivo. Contenían frases como “el verdadero amor es total libertad”, “mujer, tu primer amor: el amor propio” o “una cosa te puedo jurar: yo, que me enamoré de tus alas, jamás te las voy a querer cortar”. Con estas palabras, a caballo entre la consigna y la poesía, buscábamos llamar la atención de los transeúntes y generar cuestionamientos. No nos gusta dar la información masticada ni decir a las personas lo que exactamente tienen que pensar. Preferimos hacer un llamamiento a su lógica interna, que quizá lean por casualidad una frase en cualquier farola de su barrio y esta les haga reflexionar, por ejemplo, si en realidad mantienen una relación sana o si se sienten libres con sus parejas.

 

 

Del mismo modo, a finales de verano, realizamos la primera charla participativa, escogiendo para ella el tema de la violencia de género. Con la grata sorpresa de encontrar un público relativamente numeroso y colaborador, expusimos las causas que llevan a ella, los sistemas patriarcal y capitalista que la propician, las consecuencias y efectos que produce, así como algunos modos de combatir tan complejas situaciones. A la vez, intercalábamos preguntas y debates que activaran la reflexión y la conciencia crítica. Al final, facilitamos algunos medios y fuentes de información, animando a que cada uno continuara el aprendizaje en función de sus gustos y capacidades, pues la formación es tan necesaria que dictarla o forzarla sería contraproducente.

 

 

No siempre nuestra actividad está bien aceptada por sectores de la población o las instituciones, que obstaculizan nuestro avance, poniendo así en duda la veracidad de su deseo de alcanzar una igualdad real y total entre géneros. Afortunadamente, de vez en cuando, obtenemos pequeñas satisfacciones y éxitos en relación al trabajo realizado. Y esos leves alientos nos hacen enfrentar el futuro con aún más ganas de seguir haciendo, de continuar siendo apoyo de muchas y voz conjunta de tantas.

 

 

Si alguna conclusión hemos sacado de dichas vivencias, en sus partes buenas y en sus partes malas, es que la lucha en solitario es, no solo menos eficaz, sino infinitamente más dura. Y es que, uno de nuestros triunfos, ha sido el descubrirnos a nosotras mismas como compañeras, compartir ciertos pesos y generar sinergias al unir nuestros esfuerzos individuales.

 

 

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